Festividad de Nuestra Señora de Aránzazu

Hacia fines del siglo XV, un pastor encontró entre los espinos de un valle a la imagen de Nuestra Señora de Aránzazu, la que “arranca las espinas y el pecado de nuestras vidas y nos da el gozo de la gracia de su divino Hijo”.
Corría el año 1469 cuando el joven pastor Rodrigo de Baltzátegui recorría las estribaciones de la montaña de Aloña, próxima a la villa de Oñate en las tierras de Guipúzcoa, procurando reunir sus ovejas.

 Tú entre los espinos

En esas labores se encontraba cuando, repentinamente, reparó en un objeto claro que destacaba entre los espinos del valle y, al aproximarse, vio que se trataba de una imagen de Nuestra Señora, tallada en la blanca piedra de la región.

Sin dar crédito a lo que veía y sin poder contener su entusiasmo, Rodrigo exclamó: “¡Arantza Zu!, ¡Arantza Zu!”,expresión que en lengua vasca significa: “Tú entre los espinos!”.

La novedad recorrió los valles y las comarcas cercanas y poco después otras regiones de España comentaban el suceso.

El historiador español Esteban Garibay (1535-1599), bibliotecario y cronista de la corte de Felipe II, oriundo de las tierras vascas, dejó constancia del hecho en su monumental historia de España, dando cuenta que a poco de descubierta la imagen, el lugar del hallazgo comenzó a ser visitado por innumerables peregrinos y que tanto la fama como los milagros de la Virgen, se multiplicaron.

El santuario de Guipúzcoa

Edificado un santuario, no tardó en convertirse en meta de numerosas peregrinaciones que se siguen efectuando hasta el día de hoy.

San Ignacio de Loyola, nacido en tierras guipuzcoanas, visitó el lugar en 1522 antes de recibir las órdenes y comenzar su prédica. Otras personalidades ilustres se acercaron hasta el lugar, atraídos por los prodigios que allí se obraban.

Los monjes franciscanos edificaron una pequeña iglesia y en ella fue entronizada la imagen de la Virgen, para beneplácito de los habitantes del valle. Ese templo sufrió un incendio en 1553, que volvió a repetirse en 1560 y en 1834, este último de consecuencias devastadoras. En las tres oportunidades, los mismos fieles, devotos de la Virgen, reconstruyeron el santuario demostrando un celo y un cariño que se fue multiplicando con el paso de los años.

En 1818 Nuestra Señora de Aránzazu fue declarada patrona de Guipúzcoa y en 1952 comenzó la edificación de la basílica actual.

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