REINARÉ EN ESPAÑA

 

VICENTE VARA | RECTOR DE LA BASÍLICA DE LA GRAN PROMESA /www.elnortedecastilla.es
L A PROMESA En septiembre de 1731 comenzaba Francisco Bernardo de Hoyos (tenía 20 años) el estudio de teología en el Colegio de san Ambrosio, hoy Centro de Espiritualidad del Corazón de Jesús, en Valladolid. Terminando su 2º curso, conoce por vez primera el culto al Corazón de Jesús. El padre Cardaveraz, le pide desde Bilbao un favor que le brinda la oportunidad de leer el libro del jesuita francés padre Gallifet sobre este culto. Su lectura impacta profundamente a Hoyos, que se ofrece ante el Santísimo a cooperar cuanto le sea posible a la extensión de este culto.
Días después, el 14 de mayo de 1733, fiesta aquel año de la Ascensión del Señor, acude Bernardo con los demás estudiantes al templo donde celebraba el Colegio la Eucaristía los días festivos, la hoy basílica de la Gran Promesa; los estudiantes se situaban en el presbiterio, a los lados del altar.
«Después de comulgar, refiere Bernardo, tuve la misma visión del Corazón… Diome a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí solo, sino que por mí las gustasen otros. Y pidiendo esta fiesta (del Corazón de Jesús) en especial para España, en que ni aun memoria parece que hay de ella, me dijo Jesús: Reinaré en España y con más veneración que en otras partes».
 
II. SU SENTIDO
Todos sus biógrafos afirman que el sentido de esta Promesa, como se deduce de todo su contexto, es que se le encomienda al padre Hoyos ser instrumento por cuyo medio Dios quiere dar a conocer a otros las riquezas del Corazón de Cristo y los valores de su Reino: la verdad, el servicio, la justicia, el perdón, la vida, el amor, la paz…
La Gran Promesa, pues, no es un privilegio o excepción del Corazón de Jesús en favor del pueblo español similar, por ejemplo, al que en la A. Alianza concedió Yahvéh a Israel, el ‘pueblo escogido’. Con Jesús ha desaparecido, y para siempre, toda distinción de pueblo, raza, nación…; su salvación, el Reino de Cristo, está abierta a «toda nación, raza, pueblo y lengua» (Ap. 7, 9). Tampoco invita esta Promesa a una especie de pugilato o emulación por ser más que otros en ese Reino universal de Cristo. La Gran Promesa interpela, solicita, encomienda personalmente al padre Hoyos a extender el reinado de Cristo especialmente en España, en todo el territorio que constituía España en aquella fecha (1733): la España actual más Filipinas e Hispanoamérica. Así se manifiesta en las dos capillas dedicadas en la Basílica, una de ellas a la Virgen de Guadalupe, patrona de Hispanoamérica, con la pintura de esta advocación traída desde México por su arzobispo el 24 de octubre de 1951, y rodeada por los escudos de las hoy veinte naciones hispanoamericanas; y la otra, a la Virgen de la Paz y del Buen Viaje, la Virgen de Antipolo, imagen traída desde Filipinas por el arzobispo de Manila el 27 de mayo de 1951.
 
III. SU ACTUALIDAD
La Gran Promesa no tiene fecha de caducidad. Es hoy tan actual como en 1733. España y las naciones que han surgido de lo que entonces integraba España, representan hoy la mitad de la Iglesia. La Basílica de la Gran Promesa con el Centro de Espiritualidad del Corazón de Jesús y la Fundación Emilio Álvarez vienen desarrollando una intensa actividad litúrgica, pastoral, formativa, de espiritualidad y de atención caritativa que llega a toda la diócesis vallisoletana y a numerosas personas e instituciones fuera de ella. Entendemos que es ahora a nosotros a quienes corresponde realizar la misión que recibió el padre Hoyos, como él hizo tan ejemplarmente, para seguir dando sentido y haciendo plena realidad la Promesa del Corazón de Jesús, que será siempre un compromiso especialmente para los españoles y para los vallisoletanos. Extender el Reino de Cristo exige, hoy quizá más que entonces, aceptar sus valores y actitudes consecuentes para vivirlo, proclamarlo y ofrecerlo, contagiarlo, transmitirlo en nuestro entorno familiar y social. Para ello vamos a contar  con la ayuda decisiva del beato Francisco Bernardo de Hoyos.